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Llegando a la punta de Calaros, hay dos pinos piñoneros negros, junto al estrépito del mar, que son los más hermosos del mundo. Son más hermosos que los que contenía el Edén. Atravesamos la aldea de Saint-Colomban siempre desierta en invierno. Apuramos el paso. No son los muertos; son perores que los muertos; son los ricos son los "ocupantes ausentes" que han adquirido a precios altos sus puertas cerradas, sus postigos bajos, sus alarmas listas para aullar ante el vuelo de una mosca, ante el menor movimiento del hilo que sale de la araña en el instante que construye su tela balanceándose frente a la alarma fijada en el rincón de su pared.
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                                                                                                       P. Quignard en La Playa de Carnac.