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En todo caso, la tarea de reventa de la producción de marcas reconocidas que encuentra un canal paralelo en La Salada revela la ambigüedad de la marca «verdadera», que sólo se confirma como tal de un modo tautológico: es decir, cuando se paga un alto precio por ser marca. Sin embargo, esa prenda –aun, insistimos, hecha del mismo modo y con los mismos materiales y la mayoría de las veces por los mismos trabajadores– una vez sustraída del circuito en que esa marca termina de valorizarse como tal, se multiplica en una cadena popular y transnacional de venta y comercialización
jaqueando el valor de exclusividad.
En este punto La Salada queda en el centro de un debate más que actual: las pugnas por la apropiación de lo inmaterial que se traduce, justamente, en toda la batalla librada alrededor de los derechos de marcas y de propiedad intelectual.
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                                                                          Verónica Gago en La Razón Neoliberal.







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Llegando a la punta de Calaros, hay dos pinos piñoneros negros, junto al estrépito del mar, que son los más hermosos del mundo. Son más hermosos que los que contenía el Edén. Atravesamos la aldea de Saint-Colomban siempre desierta en invierno. Apuramos el paso. No son los muertos; son perores que los muertos; son los ricos son los "ocupantes ausentes" que han adquirido a precios altos sus puertas cerradas, sus postigos bajos, sus alarmas listas para aullar ante el vuelo de una mosca, ante el menor movimiento del hilo que sale de la araña en el instante que construye su tela balanceándose frente a la alarma fijada en el rincón de su pared.
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                                                                                                       P. Quignard en La Playa de Carnac.